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Universos Paralelos

Lo que llamamos Universo, de referencia único, es en realidad el Ser infinito continuamente diferente. Basta con que en él una partícula se diferencie para que devengan otros Universos; sin embargo, más allá de una simple partícula, toda forma de existencia está en constantes cambios o en fornicación, lo que significa que continuamente devienen nuevos “universos en transformación”, el Transmultiverso.

Los universos paralelos son una concepción mental, en la que entran en juego la existencia de varios universos o realidades más o menos independientes. El desarrollo de la física cuántica, y la búsqueda de una teoría unificada (teoría cuántica de la gravedad),
conjuntamente con el desarrollo de la teoría de cuerdas, han hecho entrever la posibilidad de la existencia de múltiples dimensiones y universos paralelos.

Matemáticos demuestran que los universos paralelos existen realmente

A pesar de la frecuencia con la que aparecen en novelas y películas de ciencia ficción, los universos paralelos no eran, hasta ahora, más que una especulación científica. Sin embargo, matemáticos de la Universidad de Oxford han demostrado que existen en realidad. Los universos paralelos existen. Así de contundentes son los resultados del último estudio efectuado por científicos de la Universidad de Oxford, en el que demuestran matemáticamente que el concepto de estructura de árbol de nuestro universo es real. Esta propiedad del universo es la que sirve de base para crear nuestra realidad.

La teoría de los universos paralelos fue propuesta por primera vez en 1950 por el físico estadounidense Hugh Everett, en la que intentaba explicar los misterios de la mecánica cuántica que resultaban completamente desconcertantes para los científicos. Expresado de una manera muy simplificada, lo que propuso Everett fue que cada vez que se explora una nueva posibilidad física, el universo se divide. Para cada alternativa posible se “crea” un universo propio.
Un ejemplo puede ayudarnos a entender este concepto: imaginemos que un peatón escapa por poco de ser atropellado por un coche. Este evento tiene lugar en un universo, pero en otro puede haber resultado atropellado y estar recuperándose en un hospital. Y en un tercero, puede haber muerto. El número de posibilidades es infinito.

Este concepto resultaba muy extraño para los científicos, quienes generalmente lo descartaban considerándola una fantasía. Por supuesto, los escritores de ciencia ficción aprovecharon esta idea para crear numerosas historias. Sin embargo, las nuevas investigaciones realizadas en Oxford demuestran que los universos alternativos son matemática posibles, y que el Dr. Everett, que no era más que un estudiante en la Universidad de Princeton en el momento que propuso su teoría, podría estar en lo cierto.

El descubrimiento ha sido descrito por el doctor Andy Albrecht como ““Este trabajo será acogido como uno de los desarrollos más importantes en la historia de la ciencia””, en declaraciones efectuadas a la revista New Scientist.
Concretamente, el equipo dirigido por el Dr. David Deutsch, demostró matemáticamente que la estructura del universo contiene infinitas bifurcaciones creadas al dividirse en versiones paralelas de sí mismo, que pueden explicar la naturaleza probabilística de los resultados cuánticos. Gráficamente, la línea de tiempo del universo podría verse como si fuese un árbol infinitamente grande.

La mecánica cuántica predice que una partícula no existe realmente hasta que sea observado. Hasta entonces, las partículas ocupan una nebulosa de estados “superpuestos” al mismo tiempo.
El hecho de ser observadas “fuerzan” a la partícula a adoptar un estado particular de realidad, de la misma manera que una moneda girando en el aire solo muestra “cara” o “cruz” una vez que se detiene. Según la teoría de los universos paralelos, cada decisión de este tipo generaría un nuevo universo por cada uno de los posibles resultados.
Como otros tantos conceptos relacionados con la mecánica cuántica, la teoría de los universos paralelos puede resultar bastante difícil de comprender, sin embargo, si puede demostrarse matemáticamente, tal como se ha hecho en Oxford, es muy posible que la teoría sea correcta.

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Más de un universo

En un escenario de campos escalares, y habiendo finalizado la inflación, el universo pudo haberse dividido en grandes dominios exponenciales concebidos por las diferentes leyes de la física de baja energía. Se trataría de una división que se da desde un cosmos primigenio unidominio de bajo potencial energético. Pero como cualquier gran fluctuación cuántica pudo producir saltos en los mínimos de los campos escalares, de manera semejante a los enviones zangoloteados que se producen en las bolas mal lanzadas en las canchas de bowling o boliche cuando traspasan su carril. Para nuestro caso, cada nuevo lugar que van ocupando los campos escalares corresponde a leyes alternativas de la física de partículas. En algunos de los modelos inflacionistas, las fluctuaciones cuánticas son tan fuertes que incluso hacen variar las dimensiones del espaciotiempo.

El multidominios podría englobar universos gobernados por leyes y fuerzas fundamentales diferentes que contendrían distintos tipos de partículas, casi todas exóticas para nosotros. Tales universos serían disímiles unos de otros, con distinta longetividad e historia. Algunos, como el nuestro, podrían expandirse durante más de 15.000 millones de años. Otros nacerían muertos al recolapsarse tras una breve existencia, o porque sus leyes físicas no fueran lo bastante fértiles para permitir la complejidad. La «tasa ondulatoria Q» en otros universos podría ser mucho mayor o mucho menor que la del nuestro. En alguno de ellos el espacio mismo podría tener un número distinto de dimensiones.

Ahora bien, no todos los integrantes del multidominios serían universos con condiciones propicias para la complejidad y la evolución. Claro está, que en ello debemos excluir al nuestro. Pero lo medular que propugna la teoría en ello es la de una visión infinita del cosmos, lo que es crucial para el principio antrópico, que ya discutimos anteriormente. Otros universos no son observables directamente, pero su estado conceptual no es peor que el de las supercuerdas, o incluso que el de algunas partículas teóricas inobservables cuyas manifestaciones permiten explicar la naturaleza del mundo.

Nuestro universo nos parece uniforme, pero ello se debe a la circunstancia de que nuestro actual horizonte de observación es extremadamente pequeño en comparación con el tamaño del cosmos. Pero también podría darse el caso de que sea bastante especial. Obviamente, no estamos en un punto aleatorio del espacio: estamos en un planeta calentado por una estrella. No estoy diciendo que sería más esperable que estuviéramos aislados en el espacio intergaláctico, sino que nuestro universo debe ser lo bastante especial (tanto en su contenido como en las fuerzas que lo rigen) para que la vida pueda evolucionar en su seno. Pero este carácter especial se comprende mejor cuando comprobarnos que nuestro universo es sólo una isla dentro del archipiélago cósmico. Lo anterior, no implica una involución del pensamiento científico hacia la especulación, como era lo habitual en la antigüedad, cuando se reflexionaba sobre continentes más allá de las fronteras del mundo conocido, y sobre los posibles dragones y serpientes que poblaban esas incógnitas tierras. Quizá parezca que los dominios no observables del universo tienen un estatus conceptual igualmente frágil. Pero este estatus está respaldado por teorías bien establecidas, que al menos ponen coto a los «dragones» que se encuentran más allá de nuestro horizonte cósmico.

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Dentro del marco de esas ideas, consideremos que la física sola no se encuentra en condiciones para entregar todas las explicaciones sobre las particulares características de nuestra porción de universo, tampoco lo está para acceder a otorgar una gran cantidad de argumentos científicos sobre aquellas grandes partes del cosmos que tienen propiedades diversas. El dominio en el cual cohabitamos es tetradimensional y con una cantidad importante de propiedades explicadas con nuestra leyes físicas, pero ello no asegura la inexistencia de otros con dimensiones diferentes y con características alternativas, por el simple hecho de que nuestra clase de vida no pueda darse en ellos. Lo anterior, significa que el llegar a entender cabalmente todas las propiedades de nuestra región del universo requerirá, además de un conocimiento de física, una profunda investigación de nuestra naturaleza incluyendo, quizás, hasta la de nuestro propio conocimiento. Tal vez, la conclusión sea atrevida y prematura, pero a ella nos estaría llevando los recientes acontecimientos teóricos que han venido ocurriendo en las distintas variantes del modelo inflacionario.

La evolución que ha venido experimentando el modelo teórico de la inflación del universo ha dado lugar a un nuevo paradigma cosmológico, que se diferencia bastante de la teoría del Big Bang y hasta de los primeros enunciados de las ideas inflacionistas. Se consideraba a un universo, por un lado, caótico y homogéneo y, por otro, expandiéndose y estacionado. Ahora, la idea es de que el cosmos crece, fluctúa y se reproduce por siempre en todas las formas imaginables y/o posibles, como si se autoadaptara para todo tipo de vida que se pudiera dar.

Se espera, que una parte importante de la actual teoría inflacionaria perdure lo suficiente en el tiempo. Posiblemente algunas partes de ella deberán se modificadas o arrinconadas, como producto de las evidencias observacionales o de la esperada modificación de la teoría de las partículas elementales. Lo último es válido si consideramos y aceptamos que los pasados veinte años de desarrollo de la cosmología han dejado huellas de cambios irreversibles en nuestro entendimiento de la estructura y destino del universo y de el lugar que ocupamos en ello.

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